El doctor James Parkinson, un médico británico del siglo XVIII, es reconocido por su obra «An Essay on the Shaking Palsy», publicada en 1817. En este texto, realizó la primera descripción de lo que luego se denominaría enfermedad de Parkinson, un trastorno neurológico crónico y progresivo que afecta al sistema nervioso central. Se caracteriza principalmente por temblores, rigidez muscular, dificultades en el movimiento, lentitud y problemas de equilibrio.
¿Qué es la enfermedad de Parkinson?
La enfermedad de Parkinson es un trastorno progresivo que afecta al sistema nervioso y las áreas del cuerpo controladas por los nervios. Los síntomas se desarrollan gradualmente, a menudo comenzando con un temblor apenas perceptible en una mano. Aunque los temblores son comunes, la enfermedad también puede ocasionar rigidez o reducción del movimiento.
En las primeras etapas, los pacientes pueden experimentar una expresión facial mínima o ausente, así como falta de balanceo de los brazos al caminar y dificultad en el habla. Los síntomas tienden a empeorar con el tiempo a medida que progresa la enfermedad.
Aunque no existe cura para la enfermedad de Parkinson, los medicamentos pueden mejorar significativamente los síntomas. En algunos casos, se puede considerar la cirugía para regular ciertas áreas del cerebro y así mejorar según lo recomendado por el profesional de la salud.
Síntomas de la enfermedad de Parkinson
Los síntomas y la progresión de la enfermedad de Parkinson varían de un individuo a otro. Los primeros signos suelen ser sutiles y se desarrollan gradualmente. Por ejemplo, algunos pueden experimentar temblores ligeros o tener dificultad para levantarse de una silla. También pueden notar cambios en su voz, volviéndose más suave, y en su escritura, que puede volverse más lenta y con letras apretadas o diminutas. En las etapas iniciales, amigos o familiares pueden ser los primeros en notar los cambios en el individuo, como la falta de expresión en el rostro o la dificultad para mover un brazo o una pierna con normalidad.
La enfermedad de Parkinson presenta cuatro síntomas principales, los cuales son:
- Bradicinesia o lentitud de movimiento
- Rigidez de las extremidades y el tronco
- Temblor en reposo en las extremidades
- Inestabilidad postural y alteraciones en el equilibrio
La enfermedad de Parkinson afecta directamente a los ganglios basales, que son un conjunto de estructuras cerebrales involucradas en la regulación y control del movimiento. La pérdida de sustancia negra, neuronas dopaminérgicas, genera una alteración en el movimiento, además de disfunciones a nivel cognitivo y emocional.
¿Qué personas son propensas a tener Parkinson?
El Parkinson es frecuente en población mayor de 50 años, con una edad promedio de inicio de 60 años. Entre un 5 y 10% de los pacientes son menores de 40 años en lo que se denomina Parkinson precoz. Entre el 25 y el 55% de las personas con EP presentan algún grado de deterioro cognitivo, siendo un 10-20% en grado de demencia. También se ha observado que la prevalencia de la enfermedad es ligeramente mayor en hombres que en mujeres. Otras poblaciones con mayor probabilidad de sufrir la enfermedad de Parkinson incluyen aquellas con antecedentes familiares de la enfermedad, así como personas expuestas a ciertas toxinas ambientales o que han experimentado lesiones cerebrales traumáticas.
Tanto el deterioro cognitivo como el emocional, pueden repercutir de manera directa en las actividades del día a día, pueden aparecer problemas en la atención, en memoria, en la toma de decisiones y resolución de problemas, en el lenguaje, etc. Así mismo, se asocia con una sintomatología depresiva común, ya que entre el 50-70% de las personas con Parkinson sufren esta sintomatología siendo más probable cuando el deterioro cognitivo es más grave.
¿Cuál es el mejor tratamiento para el Parkinson?
Desde los centros de neurorrehabilitación se hace hincapié en un tratamiento transdisciplinar e individualizado donde el paciente se pueda beneficiar del abordaje conjunto desde las diferentes áreas (fisioterapia, terapia ocupacional, logopedia, psicología clínica, neuropsicología…) para conseguir los objetivos planteados y mejorar la calidad de vida de la persona.
A continuación, vamos a describir a grandes rasgos las diferentes funciones que se realizan desde las áreas anteriormente nombradas:
- Fisioterapia: Estabilidad postural, control motor, prevención de caídas, manejo del dolor neuropático, dispositivos de asistencia a la marcha.
- Logopedia: Terapias destinadas a mejorar el habla, la voz, la comunicación y la deglución.
- Terapia ocupacional: Tareas destinadas a la mejora funcional de la persona en su día a día, adaptaciones al entorno y reintegración en el día a día de la persona.
- Neuropsicología y psicología clínica: Intervención en aquellas alteraciones cognitivas y conductuales anteriormente descritas. Manejo de la depresión, ansiedad, control de impulsos. Trabajo sobre aspectos de la memoria y atención alterados, etc.
Es conveniente realizar una valoración con un equipo especializado en esta enfermedad, desde la neurología hasta la fisioterapia, para fijar objetivos con el paciente y aprovechar las nuevas tecnologías y la robótica con el trabajo transdisciplinar y lograr un abordaje completo y eficaz de todos aquellos objetivos definidos por el paciente y su equipo rehabilitador.
En resumen, el diagnóstico temprano y la rehabilitación adecuada son fundamentales en el manejo de la enfermedad de Parkinson. Además, los avances en nuevos tratamientos ofrecen esperanza para mejorar la calidad de vida de los pacientes y retrasar la progresión de la enfermedad.