Qué tratamos » Daño Cerebral Adquirido » Ictus
Ictus: Síntomas y tratamientos
Las enfermedades cerebrovasculares agudas o Ictus son consecuencia de una alteración de la circulación cerebral, que ocasiona un déficit transitorio o definitivo del funcionamiento de una o varias áreas del encéfalo.
El ictus, o accidente cerebrovascular, es una afección neurológica grave que ocurre cuando el flujo sanguíneo hacia una parte del cerebro se ve interrumpido, lo que impide que las células cerebrales reciban el oxígeno y los nutrientes necesarios para funcionar. Esta interrupción puede deberse a un bloqueo en una arteria cerebral (ictus isquémico) o a la rotura de un vaso sanguíneo (ictus hemorrágico). Dado que las células cerebrales comienzan a morir en cuestión de minutos sin un suministro adecuado de sangre, el ictus representa una emergencia médica que requiere atención inmediata. Reconocer los síntomas a tiempo puede marcar la diferencia entre una recuperación exitosa y el desarrollo de la discapacidad.
El tratamiento del ictus depende del tipo y la gravedad del episodio, así como del tiempo transcurrido desde su aparición y tratamiento quirúrgico o farmacológico. En el caso del ictus isquémico, el objetivo principal es restaurar el flujo sanguíneo lo antes posible, utilizando medicamentos trombolíticos o procedimientos como la trombectomía mecánica. Por otro lado, el ictus hemorrágico requiere medidas para detener el sangrado, controlar la presión intracraneal y reparar los vasos sanguíneos dañados. Tras la fase aguda, la rehabilitación temprana, intensiva y especializada, juega un papel crucial, ayudando a los pacientes a recuperar habilidades motoras, funcionales, cognitivas y del habla, y mejorando su calidad de vida.
¿Qué es un ictus?
El ictus, conocido comúnmente como derrame cerebral, es un trastorno neurológico que ocurre de manera repentina y puede tener consecuencias graves si no se actúa de inmediato. Esta enfermedad cerebrovascular se produce cuando el flujo sanguíneo hacia una parte del cerebro se ve afectado, provocando que las células cerebrales comiencen a dañarse por falta de oxígeno y nutrientes. Lo que distingue al ictus de otras afecciones es su aparición brusca y la rapidez con la que puede evolucionar, lo que lo convierte en una emergencia médica.
Existen dos formas principales de ictus: el isquémico, que representa la mayoría de los casos y ocurre por un bloqueo en una arteria cerebral, y el hemorrágico, causado por la ruptura de un vaso sanguíneo que provoca sangrado dentro o alrededor del cerebro. Ambas formas afectan el funcionamiento del cerebro, pero sus causas y tratamientos son diferentes. Reconocer a tiempo los signos de un ictus es vital para limitar el daño y mejorar las posibilidades de recuperación del paciente.
¿Qué puede provocar un ictus?
El ictus puede ser desencadenado por una combinación de factores de riesgo que afectan el sistema circulatorio y la salud del cerebro. Entre las principales causas se encuentran las enfermedades cardiovasculares, como la hipertensión arterial no controlada, que aumenta significativamente la probabilidad de daño en los vasos sanguíneos. De manera similar, la aterosclerosis o arterioesclerosis, o acumulación de placas en las arterias, puede provocar obstrucciones que interrumpen el flujo sanguíneo hacia el cerebro, desencadenando un ictus isquémico.
Otros factores que pueden provocar un ictus incluyen trastornos de coagulación, que pueden generar coágulos en las arterias, y rupturas de aneurismas cerebrales, que causan sangrados internos asociados con ictus hemorrágicos. Además, condiciones como la fibrilación auricular, un tipo de arritmia cardíaca, aumentan el riesgo de formación de trombos que pueden viajar al cerebro. Hábitos de vida poco saludables, como el tabaquismo, el consumo excesivo de alcohol y la falta de actividad física, también contribuyen a un mayor riesgo de sufrir un ictus. En muchos casos, la prevención mediante el control de estos factores puede ser clave para reducir su incidencia.
¿Cuáles son los síntomas de un Ictus?
Contamos con un equipo especializado en rehabilitación del daño cerebral adquirido que después de valorar a la persona llevará a cabo un programa de rehabilitación intensiva apoyado por la tecnología más potente para la rehabilitación. Con este programa intensivo se pretende trabajar todas las áreas afectadas (motora, cognitiva, funcional, logopédica) buscando la máxima recuperación de cada una de ellas. Gracias a la tecnología de la que disponemos, podemos dar la intensidad y repetición necesaria para provocar cambios duraderos a nivel cerebral que ayuden a una rehabilitación que saque el máximo potencial de las personas que padecen anoxia cerebral.
Pérdida de fuerza repentina en la cara, brazo o pierna, especialmente si es en un solo lado del cuerpo.
Confusión repentina o problemas en el habla o en la comprensión de lo que le dicen a la persona.
Pérdida repentina de visión en uno o ambos ojos.
Dificultad repentina para caminar, mareos, pérdida del equilibrio o de la coordinación.
Dolor de cabeza fuerte, repentino, sin causa conocida.
¿Qué tipos de ictus existen?
Según la naturaleza de la lesión encefálica se distinguen dos grandes tipos de Ictus:
- Ictus Isquémico:
Se origina por una obstrucción del vaso sanguíneo, provocando una disminución o interrupción de aporte sanguíneo. Puede deberse a varias causas: trombosis, embolismo, aterosclerosis, vasculitis o hipertensión arterial. - Ictus Hemorrágico:
Rotura de vasos sanguíneos provocando filtración de la sangre en zonas del cerebro inapropiadas, lo que da lugar a hemorragias cerebrales.
Dependiendo de cómo evolucione la persona con ictus isquémico durante las primeras horas, se distinguen dos tipos:
- Ataque isquémico transitorio: Son breves episodios de disfunción neurológica focal o retiniana, que duran menos de 24 horas y se producen como consecuencia del déficit de aporte sanguíneo en el territorio irrigado por un sistema vascular cerebral. Es reversible y no existe déficit neurológico permanente tras su finalización.
- Infarto cerebral: Hay dos tipos: progresivo o estable. El progresivo es aquel cuyas manifestaciones clínicas iniciales evolucionan hacia el deterioro del tejido cerebral, sea por acentuación o bien por agregarse nuevos síntomas o signos. Este empeoramiento tiene que darse durante la primera hora y no más allá de las 72 siguientes. El infarto cerebral estable se da cuando no hay modificaciones de la sintomatología, al menos durante 24 horas en el sistema carotídeo, y 72 horas en el sistema vertebrovasilar.
Cómo se diagnostica un ictus?
El diagnóstico de un ictus comienza con una evaluación médica urgente, que incluye un análisis detallado de los síntomas, el historial médico del paciente y un examen físico. Los médicos buscan signos como debilidad en un lado del cuerpo, dificultad para hablar, pérdida de equilibrio o cambios en la visión. Esta primera evaluación es fundamental para determinar si los síntomas son compatibles con un ictus y si se requiere intervención inmediata.
Para confirmar el diagnóstico y determinar el tipo de ictus (isquémico o hemorrágico), se utilizan pruebas de imagen avanzadas. La tomografía computarizada (TC) del cerebro es la herramienta más común en la fase inicial, ya que permite identificar hemorragias o lesiones en el tejido cerebral. En algunos casos, se realiza una resonancia magnética (RM) para obtener imágenes más detalladas y detectar áreas de daño cerebral incluso en etapas tempranas. Adicionalmente, se pueden realizar pruebas como una angiografía cerebral para evaluar el flujo sanguíneo y localizar bloqueos o rupturas en los vasos sanguíneos. Estas pruebas son esenciales para iniciar el tratamiento adecuado de manera oportuna.
Impacto y secuelas frecuentes después de un ictus
Las secuelas varían según la localización de la lesión y la extensión dañada, siendo las más frecuentes:
- Alteraciones del control motor
Pérdida de movimiento voluntario total o parcial, disminución de la fuerza, variaciones/alteraciones del tono muscular, dificultades en la coordinación y el equilibrio. - Alteraciones sensoriales
Problemas visuales, problemas de sensibilidad superficial o profunda. - Alteraciones de la deglución
Como la disfagia. - Alteraciones de la comunicación
Afasia (incapacidad para comunicarse), disartria (dificultad para articular sonidos o palabras), anomia (incapacidad para reconocer los nombres de las cosas). - Alteraciones cognitivas
Pérdida de movimiento voluntario total o parcial, disminución de la fuerza, variaciones/alteraciones del tono muscular, dificultades en la coordinación y el equilibrio. - Alteraciones conductuales
Impulsividad, agresividad, anosognosia (ausencia de conciencia de déficits neurológicos), cambios en la conducta social. - Alteraciones emocionales
Ansiedad, depresión, apatía, labilidad, irritabilidad, intolerancia a la frustración.
Tras un ictus, si se presentan secuelas a causa de un daño cerebral, el siguiente paso, una vez estabilizada la persona, es comenzar con la rehabilitación. Las personas que la inician dentro de la primera semana tras el ingreso presentan mejores resultados a largo plazo que aquellas que inician su rehabilitación con posterioridad.
La rehabilitación del ictus y su tratamiento posterior debe ser de inicio temprano e intensivo y hacerse por parte de un equipo transdisciplinar formado por fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales, logopedas, neuropsicólogos, neurofisiólogos, neurólogos y trabajadores sociales. Los pacientes y familiares deben involucrarse activamente con este equipo, si es posible, desde el inicio y durante todo el proceso de rehabilitación.
La evidencia científica actual habla de la inmediatez en el inicio del tratamiento y la intensidad como claves para una recuperación con las mejores garantías.
Los ensayos clínicos muestran que cada día que se retrasa el inicio de la rehabilitación después de un Ictus, empeora el pronóstico funcional de las personas que lo han sufrido cuando son dadas de alta, habiendo incluso un mayor índice de institucionalización. Esto quiere decir que la inmediatez en el inicio de la neurorrehabilitación es de vital importancia para obtener un mejor pronóstico y una mayor tasa de éxito en este proceso.
Los estudios han demostrado que otra de las variables que influye y mucho en la rehabilitación tras un Ictus es la intensidad aplicada en la misma. La evidencia muestra que la intensidad importa, siendo necesario aplicar la mayor intensidad posible en todos los casos para obtener los mejores resultados en el proceso rehabilitador. Por este motivo, y desde hace tiempo, se ha evidenciado que las terapias intensivas en neurorrehabilitación tienen mayor tasas de éxito que las no intensivas (que son las que de forma general se aplican en los recursos actuales).
Tratamiento para pacientes con Ictus
El tratamiento para el ictus depende de su tipo (isquémico o hemorrágico), la gravedad del evento y el tiempo transcurrido desde su inicio. En casos de ictus isquémico, el objetivo principal es restaurar el flujo sanguíneo al cerebro lo antes posible. Esto se logra a través de medicamentos trombolíticos, como el activador del plasminógeno tisular (tPA), que deshacen los coágulos si se administran dentro de las primeras horas del ictus. En algunos casos, se realiza una trombectomía mecánica, un procedimiento mínimamente invasivo que elimina el coágulo mediante un catéter insertado en las arterias.
Para el ictus hemorrágico, el enfoque está en detener el sangrado y aliviar la presión intracraneal. Esto puede implicar intervenciones quirúrgicas para reparar vasos sanguíneos dañados, como el clipaje de aneurismas o la colocación de stents. Además, se utilizan medicamentos para controlar la presión arterial y prevenir nuevos sangrados.
Independientemente del tipo de ictus, la rehabilitación es un pilar fundamental del tratamiento. Una vez superada la fase crítica, se inicia un programa personalizado que incluye fisioterapia para recuperar la movilidad, logopedia para tratar problemas del habla y la deglución, y neuropsicología para abordar los déficits cognitivos y emocionales y la terapia ocupacional para trabajar la función aplicada a las actividades básicas de la vida diaria. En Neuron, adoptamos un enfoque integral que combina tecnologías avanzadas y atención multidisciplinar para maximizar la recuperación funcional y mejorar la calidad de vida de los pacientes, que sobre todo son personas con necesidades objetivas y deseos por cumplir, el mayor, recuperar su salud.
¿Cómo ayuda Neuron en la recuperación de una persona que ha sufrido un Ictus?
En Neuron aplicamos siempre la mayor intensidad posible a los procesos rehabilitadores, trabajando así bajo evidencia y no dejando al azar de la rehabilitación espontánea u otras variables que no se pueden controlar, la rehabilitación de las personas.
Gracias a nuestra forma de trabajar bajo protocolo de intensidad podemos conseguir que la persona presente una mejoría funcional más alta, una mayor magnitud del cambio y mejor funcionamiento cognitivo al alta, así como un menor deterioro de las actividades de la vida diaria (AVD) tras un año del ictus.
En Neuron somos especialistas en la rehabilitación y el tratamiento de aquellas personas que hayan sufrido un ictus. Contamos con un programa de rehabilitación intensiva y con la robótica más potente a nivel internacional, que multiplica las posibilidades en los procesos rehabilitadores. Gracias a la combinación de un equipo transdisciplinar altamente especializado, la terapia manual y la tecnología, aplicamos la máxima intensidad posible en cada caso para trabajar aquellas secuelas motoras, funcionales, cognitivas y logopédicas producidas por un ictus. Nos basamos en la mejor evidencia internacional en neurorrehabilitación ofreciendo lo que la ciencia ha demostrado que es lo más eficaz en la rehabilitación de una persona que ha sufrido un ictus.
Dejar la rehabilitación tras un ictus al azar, a la suerte o a metodologías que carecen de evidencia como son las no intensivas o aquellas que se dan en espacios no especializados (centros de día o residencias), es un grave error. La rehabilitación tras un ictus es un proceso muy complejo, que requiere de especialización y recursos para ofrecer las mejores garantías a las personas afectadas. Este proceso de recuperación tiene que ser siempre individual, intensivo, transdisciplinar, con objetivos significativos y con las mejores herramientas (tecnología) que complementen el trabajo de los equipos. Todo lo que sea no hacer algo diferente irá encaminado a no conseguir nunca el potencial real de la persona, con procesos lentos, deficitarios, no intensivos y en recursos que no están preparados para hacer una rehabilitación con garantías. Será una pérdida de dinero y sobre todo de tiempo, el recurso más preciado y clave en la recuperación.
Nuestro equipo desarrollará un plan de tratamiento personalizado y centrado en las habilidades y el potencial de la persona, para lograr la máxima recuperación tras sufrir un ictus o accidente cerebrovascular, que incluye terapia intensiva y la mejor tecnología para tu rehabilitación.
Primera visita gratis
Déjanos tus datos para iniciar tu tratamiento con nosotros
Enfermedades que Tratamos:
Rehabilitación neurológica personalizada y eficaz
Te acompañamos en la rehabilitación del daño cerebral adquirido, lesión medular, y otras patologías de origen neurológico. Un objetivo, un nuevo concepto terapéutico y todas las posibilidades de rehabilitación para adaptarnos a tus necesidades, sean las que sean. Nuestra rehabilitación ofrece soluciones flexibles y eficaces, adaptadas a cada persona.
La rehabilitación y el tratamiento es fundamental para trabajar sobre aquellas secuelas que hayan aparecido
Tratamiento que ayuda a acelerar su recuperación tras los brotes y a controlar los síntomas
El daño cerebral y la parálisis cerebral infantiles son una de las causas más comunes de discapacidad en la infancia
Interrupción de la conexión nerviosa entre las estructuras del canal medular y el cerebro
Lesión axonal producida por una fuerza traumática externa. Uno de los mayores problemas de salud pública actual.