La fisioterapia respiratoria y de acondicionamiento físico está jugando un papel muy importante en el tratamiento de aquellas personas que, tras pasar la enfermedad y recibir el alta hospitalaria, continúan sufriendo las secuelas de la covid-19. Francisco es una de estas personas, que tras su paso por Neuron, nos relata su caso y experiencia con la rehabilitación.
Me llamo Francisco Romero y mi profesión es médico. Tengo 66 años. Mi especialidad es la oftalmología y he trabajado 30 años en la sanidad pública, de la que estoy jubilado desde el año 2019. Sigo con actividad privada.
Respecto a la covid-19, enfermedad producida por el virus SARS-COVID-2, mi enfermedad comienza a últimos de octubre del 2020 como un cuadro catarral agudo, con poca fiebre, tos persistente y ninguna disnea: casi nada que me hiciera pensar en la covid (dado que presuntamente, la había pasado en marzo-abril del 2020 en forma de un cuadro catarral leve).
De todos modos, me hice un test de antígenos con hisopado faríngeo, que salió negativo el 4 de noviembre. Lo que realmente me hizo sospechar del diagnóstico fue la aparición brusca de anosmia total (pérdida de olfato): por la noche olí una botella de vinagre y a la mañana siguiente no olía nada. Acudí a urgencias del Hospital Madrid para la realización de una PCR, que salió positiva. Me recluí en casa y, 48 horas después, comencé con disnea. Acudí el 12 de noviembre otra vez a la urgencia del Hospital Madrid donde me hacen un TAC y me diagnostican una neumonía bilateral por covid. Ante este diagnóstico, y una bajada de la saturación de oxígeno, el médico considera oportuno mi ingreso en la planta covid del hospital. Empeoré del cuadro pulmonar durante las 48 horas siguientes, con fuerte disnea, por lo que la recomendación médica fue mi traslado a la UCI con sedación e intubación. Así pasé los siguientes 17-18 días. Tras retirar el tubo, me tuvieron que hacer fisioterapia respiratoria, pues no sabía respirar.
Cuando me subieron a la planta covid (donde no puedes recibir visitas, ni salir al pasillo o moverte de la habitación. Los días pasan lentos y se igualan a las noches, porque solo duermes con medicación) el primer recuerdo consciente que tengo es la dificultad para mover las piernas, hablar y mover mínimamente el brazo derecho (se llegó a pensar en un ictus). Tenía un cuidador conmigo las 24 horas, que me daba de comer porque era imposible sujetar los cubiertos: no tenía fuerza en las manos. No me podía asear solo. No sabía afeitarme, cepillarme los dientes era dificilísimo, ir a la ducha imposible. La ingesta de comida, líquida principalmente y agua, la hacía con gran dificultad y con frecuente atragantamiento y tos. Cuando me ayudaron a levantarme al sillón, me di cuenta que mis piernas estaban absolutamente atrofiadas: no podía andar, no me sujetaban. Dada la atrofia concurrente de la musculatura faringolaríngea, tampoco podía hablar correctamente. Por la mala movilidad de las manos, no podía comunicarme correctamente con mi familia con el teléfono o el WhatsApp.
La doctora que llevaba la planta covid me dijo que poco a poco me iría recuperando, pero dada la experiencia de mi profesión, mi futuro lo vi muy negro. En ese momento te asaltan mil preguntas, ¿cuánto y cuándo me voy a recuperar para valerme por mí solo como antes de la enfermedad? ¿lo conseguiría algún día?. Dado que soy un paciente intervenido tres veces de la espalda, la última con artrodesis completa de la columna lumbar, pensé que la atrofia muscular general me empeoraría la cirugía que me hicieron un año antes (con recidiva del cuadro de ciática y dolor insoportable que me obligaron a la misma).
Bueno, esa era mi situación a los pocos días de salir de la UCI. Así transcurrió la última semana de noviembre y el mes de diciembre: pasaba por la habitación una fisioterapeuta y con su ayuda, la de mi cuidador y un andador, conseguía dar cuatro pasos hasta la pared, con un soberano esfuerzo . En ese tiempo se me hicieron 5 PCR que salieron positivas, por lo que no podía abandonar la planta covid; hasta que llegó la sexta, que salió negativa: eso suponía que me pasaban a planta normal, con alta hospitalaria inminente. Después de dos meses en el hospital podría irme a mi casa con mi cama, mi baño, mis libros y en fin: mi vida, pero con la limitación de la silla de ruedas y la disnea de mínimo esfuerzo.
Salí del hospital el 29 de diciembre. Al llegar a casa apenas andaba para dar un paseo con andador por el pasillo. Mi cuidador me tenía que ayudar con la ducha y la comida. También calzarme. Además del problema motor, me mareaba cuando cambiaba la postura de la cabeza. Al principio salía a la calle en silla de ruedas con esfuerzo y regresaba a casa. A los pocos días me atreví a salir a la calle andando con mi cuidador y la silla: andaba unos pocos pasos y volvía enseguida montado en la silla un poco depre. Así pasaron las navidades del 2020.
A través de mi mujer contacté con Neuron. Llegué en silla de ruedas (era 7 de enero y comenzaba a nevar en Madrid, nos visitaba Filomena) y conocí a Ana: me exploró lenguaje, respiración, resistencia, movilidad y equilibrio, y además, me preguntó algo que determina la empatía con el profesional que te va a tratar: “¿Qué esperas del tratamiento en Neuron?”. Mi contestación ya la sabía: “Volver a mi vida anterior”.
Con esa premisa comenzamos la fisioterapia: ella con su buen hacer y yo intentando aprovechar al máximo los ejercicios que me enseñaba y sus consejos. Tan buenos fueron que, tras dos semanas, me atreví a dejar la silla en casa e ir andando, con cuidador.
A principios de febrero prescindí del cuidador porque en casa era autosuficiente y podía andar sin su ayuda por la calle, aunque poco rato. Fui mejorando paulatinamente durante todo febrero, marzo y abril, con disminución progresiva del número de sesiones de fisioterapia y aumento gradual de mi actividad, andar sobre todo. Al principio, conducir el coche era casi un sueño. Pero a últimos de febrero ya conducía como antes. Actualmente estoy prácticamente recuperado, llegando a alcanzar la premisa que Ana me preguntó, y yo contesté. Hago vida normal, me han desaparecido los mareos y además mis dolores de espalda y eventuales ciáticas han desaparecido también.
Neuron es un centro tan estupendo, gracias a los profesionales que trabajan en él. Tengo que continuar con actividad física, tal vez pilates, pero echaré de menos a Ana.
Gracias Ana por ser tan maravillosa persona y tan profesional.